Palabras de fuego
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Javier Claure
12/01/2015 - 10:35

Personajes, entornos sociales y creatividad

Alfred Nobel vivió en muchos países y frecuentaba cafeterías. Pues la cafetería del Museo Nobel, tiene un aire de los cafés de aquella época. De los cafés de Moscú, de Viena, de París etcétera

El 27 de noviembre de 1895, Alfred Nobel, químico sueco inventor de la dinamita, firmó su testamento con lo cual dio luz verde para establecer el Premio más famoso del mundo. El testamento en sí no era producto de un acto impulsivo, sino más bien fue estudiado con minuciosidad y redactado de buena fe. Alfred Nobel nunca se casó, tampoco tuvo hijos y no quería que su fortuna recayese en las manos de sus familiares. Consideraba que cada persona debía ganarse la vida con el sudor de la frente. Falleció el 10 de diciembre de 1896 en San Remo (Italia). Veinte días después de su muerte se leyó el testamento en Estocolmo. El mensaje era claro: toda su fortuna debía ser destinada a un fondo de manera que los intereses, de ese cuantioso monto de dinero, se repartiesen entre personas que hubieran inventado algo para el bien de la humanidad en las disciplinas de la Medicina, de la Química y de la Física. La cesión de su riqueza, también hacía alusión a las personas que hubieran creado una Obra Literaria maestra llena de sensibilidad y amor. Además, designó un premio para las personas que trabajen intensamente por la Paz Mundial. El Premio Nobel de Economía no estaba incluido en el testamento. Fue instaurado, en 1968, por el Banco Nacional de Suecia (Sveriges Riksbank). Desde que se creó el Premio Nobel, en 1901, más de 850 personas han sido galardonadas. Y cuando se cumplieron los 100 años, en 2001, el Comité Nobel decidió festejar este evento con una gran exposición llamada “personajes, entornos sociales y creatividad”. Pero pronto surgió una inmensa incógnita: ¿Cómo presentar a tantos laureados? Después de muchas propuestas, finalmente llegaron a la conclusión de fundar un Museo, en honor a Alfred Nobel, en una hermosa mansión del siglo XVIII que está ubicada en la ciudad vieja de Estocolmo.

La vida de Nobel era triste y solitaria, a pesar de que tenía mucho dinero y casas en diferentes países de Europa. Tuvo un romance muy corto con una condesa y escritora austríaca, Bertha Kinsky. Al parecer se enamoró de Sofie Hess, una hermosa muchacha; también austríaca más joven que él, y con la que tuvo una larga relación. Nunca vivieron juntos, pero le compró una casa enorme de 15 cuartos en Viena. Cuando viajaba solía comprarle vestidos, joyas y sombreros. Empero, decidió no realizar un enlace matrimonial. Y paradójicamente solía decir: “… tengo miedo morir en soledad. Deseo una mujer, una familia a mí alrededor. He trabajado duro. Cuando estaba enfermo y en los momentos de infelicidad, el trabajo ha sido mi consuelo. Tengo muchas casas y dinero, pero no soy feliz”. Y así pasaba horas de horas en su laboratorio investigando. Tenía un admirable talento para inventar cosas, y registró 350 patentes diferentes. O sea, la creatividad era algo que estaba bien relacionado a su persona. Por lo tanto, en dos salas pequeñas del Museo Nobel, mediante cortometrajes, se hace hincapié a la creatividad. La idea es despertar en el público preguntas: ¿Qué es lo más importante en el proceso de la creatividad? ¿La creación individual, o el entorno social en el cual se realiza un trabajo? Para ilustrar esta disyuntiva se muestra la vida, y sus combinaciones, de 30 personas galardonadas con el Premio Nobel. Se observa, por ejemplo, episodios de la vida de Marie Curie, física y matemática polaca que recibió dos veces el Premio Nobel en las especialidades de Química, en 1935, y de Física en 1903. De igual manera se percibe la vida de Albert Einstein, Premio Nobel de Física en 1921. Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz en 1964, también está presente en una película.

Al mismo tiempo se ve cómo influye el entorno social en la vida del ser humano. Algunos de los condecorados estudiaron e investigaron en la universidad de Cambridge. En uno de los cortometrajes se presenta un colegio de la India en el área de Santiniketan, situada a 150 kilómetros al noroeste de Calcuta, fundado por Rabindranath Tagore, filósofo y poeta hindú, Premio Nobel de Literatura en 1913. Pero el prestigioso Premio Nobel no se reduce solamente al aspecto de la creatividad, ya que sólo es una dimensión más del quehacer humano. De ahí que el Museo Nobel es un puente entre el desarrollo científico y la vida sociocultural. Por eso se realizan diferentes actividades: exposiciones, cortometrajes, seminarios, debates sobre temas actuales, investigaciones y programas infantiles. Con todo ese dinamismo se pretende manifestar que las personas, realmente, pueden cambiar el mundo con su actitud. El Museo recibe también a estudiantes tanto de primaria como de bachillerato.

La directiva del Museo cada año hace llegar una carta, a las personas que son merecedoras del Premio, en donde les preguntan si pueden donar un objeto de su pertenencia. Entonces en la sección denominada “Galería” se exponen fotos de algunos premiados y el objeto que donaron. En una vitrina está la foto de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura en 2010, y en un costado se luce un hipopótamo de madera que pertenecía a la colección de literato. Otros objetos a la vista son: los lentes de Dalái Lama (Premio Nobel de la Paz en 1989), una pequeña tijera de Herta Muller (Premio Nobel de Literatura en 2009), los zapatos de Selma Lagerlöf (Premio Nobel de Literatura en 1909), una carta de Albert Einstein etc.
Lo más llamativo de este sector es una bicicleta que utilizaba Amartya Sen de nacionalidad paquistaní y Premio Nobel de Economía en 1998. Sen se crío en el seno de una familia de clase media. Sin embargo, de niño fue testigo de una tremenda hambruna en la zona de Bengal, en donde murieron millones de personas. Estudió en el colegio que fundó Tagore y siempre sobresalió con las calificaciones más altas. A los 14 años fue nombrado secretario del Consejo estudiantil que organizaba trabajos sociales. Conmovido por la pobreza y el analfabetismo que vio, con sus propios ojos, en muchas aldeas de su país; llegó a inaugurar colegios para mejorar las condiciones de vida de los más pobres. Esa cruda realidad, lo llevó a investigar acerca de las causas de la pobreza. Estudió profundamente de qué manera se reparten los fondos públicos en una sociedad, cómo funciona la democracia, quiénes tienen derecho a hospitales, a la educación etcétera. Hizo investigaciones para explicar la diferencia de peso entre los niños y las niñas recién nacidas. Él mismo montó en bicicleta para recorrer, aldea por aldea, y pesar a los pequeños. Esa bicicleta se encuentra ahora en el Museo Nobel.

Alfred Nobel vivió en muchos países y frecuentaba cafeterías. Pues la cafetería del Museo Nobel, tiene un aire de los cafés de aquella época. De los cafés de Moscú, de Viena, de París etcétera. En la parte inferior de algunas sillas, se encuentran dedicatorias, fechas y firmas de ciertas personas que fueron honradas con el Premio Nobel. Otro detalle interesante es que todos los laureados se ostentan en un sistema mecánico ingenioso. En el techo del Museo se ha instalado una especie de rieles, en donde se entrelazan pequeñas ruedas de metal, de las cuales cuelga una fotografía de una persona galardonada. Además, se menciona la motivación de dicho Premio por la Academia Sueca. Centenares de fotos se van desplazando lentamente por todo el Museo. Y el visitante está obligado a levantar la cabeza para contemplar a esos hombres y a esas mujeres que llegaron, a este mundo, con una luz en el cerebro.

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