Palabras de fuego
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Javier Claure
15/09/2014 - 18:34

Astrid Lindgren: Amor, seguridad y libertad

Lindgren fue una escritora que supo ponerse a la altura de los niños, y gracias a su fina sensibilidad y experiencia de juegos infantiles; se convierte en una maga para crear situaciones que cualquier niño o niña quisiera realizarlas. Ella supo perfectamente cómo cargar las palabras con una fuerte dosis de humorismo; siendo el mejor regalo para los pequeños lectores. Estaba convencida de que sus cuentos llegarían con gran entusiasmo a sus destinatarios. Y pues las aventuras narradas, en sus libros, mantienen encendida la antorcha de la curiosidad infantil. En esas fantasías se sumerge el niño cuando escucha las voces de los personajes, y así empieza a descubrir situaciones placenteras, por lo demás, necesarias para el desarrollo de los niños.

Su niñez

Astrid Anna Emilia Ericsson nació en noviembre de 1907 en Näs, una aldea que pertenece a la pequeña ciudad de Vimmerby, ubicada en el sur de Suecia. Fue la primera hija de Samuel August Ericsson, granjero, y su esposa Hanna Jonsson. Del matrimonio nacieron, además, Gunnar, Ingegerd y Stina. Sus primeros años pasó en una vieja casa de madera construida en medio de una hermosa naturaleza que bien se refleja en sus libros. Su padre criaba caballos, cerdos, vacas y pollos. Por eso, de una u otra manera, estaba en contacto con esos animales. En los veranos y otoños jugaba, junto a sus hermanos y otros niños de la vecindad, en los bosques cerca de su casa. Las orillas de los riachuelos, los cercos de los corrales construidos con palos, los árboles, las flores y las demás plantas formaban parte de sus juegos. Y los senderos pedregosos eran testigos de sus largas caminatas. Su hermano mayor, Gunnar, era el jefe del grupo. Aunque Astrid no se quedaba atrás: se trepaba a los árboles, jugueteaba con los animales de la granja de su padre, ideaba pequeños concursos, como por ejemplo, quién come más golosinas. Y solía subir  al techo de su casa. Estando allí, caminaba por una hilera central, de ladrillos, balanceándose de un lado a otro. Mientras los demás niños la miraban, desde abajo, atónitos y con mucho temor de que se caiga. En los crudos inviernos, cuando la nieve se había posado como una enorme manta blanca en los bosques y en los tejados de las casas, jugaba con sus hermanos dentro de casa. Se inventaba juegos para ponerlos en práctica. A veces, ella y sus hermanos ayudaban en la granja, logrando así una idea de lo que es el trabajo. Y antes de que llegara la noche, toda la familia acostumbraba a conversar alrededor de una lámpara de querosén. Su padre o algún otro familiar contaban historias y anécdotas que hacían volar la fantasía de la pequeña Astrid. Eran tiempos duros, donde la pobreza se hacía sentir; y la mayoría de la población sueca vivía en el campo. Trabajaban en la agricultura. Había criadas, lavanderas, peones, vaqueros, arrendatarios y ayudantes de todo tipo a disposición que posteriormente se convirtieron en personajes de sus libros. Al parecer Astrid tuvo una niñez feliz. Alguna vez comentó: ”si alguien me preguntaría como fue mi infancia, entonces diría que fue llena de amor, de seguridad y de libertad para jugar ”. Nunca descuidó los deberes del colegio, y lo demostró siendo una de las mejores alumnas del curso.

Adolescencia y llegada a Estocolmo 

A los 16 años empezó a trabajar como correctora del periódico Vimmerby de su ciudad natal, en donde inició una relación con, Reinhold Blomberg, dueño del periódico y mayor que ella con 30 años. Después de dos años quedó embarazada, y se vio en tremendos apuros. Los padres de Astrid eran religiosos, los juicios acusadores de la gente y la moral ultra conservadora de la época; hicieron que tomara otros rumbos. Además, el padre de la criatura estaba en proceso de divorcio, y su mujer lo acusaba por infidelidad conyugal. Hecho que en ese tiempo era penado por ley. Así que Astrid llegó a Estocolmo, encinta, el otoño de 1926. Fue un período muy duro para ella. En una entrevista dijo: “… era joven, pobre y me sentía muy sola. Venía de una pequeña población, y en Estocolmo no conocía a nadie. De lunes a viernes trabajaba en una oficina, pero los fines de semana eran tristes y aburridos. Mataba el tiempo leyendo libros”. Y a pesar de las adversidades de la vida, empezó a estudiar taquigrafía. Un mes antes de dar a luz, viajó a Copenhague, la capital de Dinamarca, para internarse en un hospital (Rigshospitalet), en donde las madres solteras podían dar a luz, sin necesidad de confesar, ante las autoridades, la identidad del padre. Una vez que su hijo, Lasse, nació, no tuvo otra alternativa que dejarlo allí con una familia durante tres años. Pero siempre viajaba entre Estocolmo y Copenhague. Algunos estudiosos de su obra, mencionan que tomó esa decisión para proteger al padre del niño, Reinhold Blomberg, quien estaba en pleno juicio de separación. Caso contrario, debería pagar a su mujer una cantidad considerable por actos de infidelidad. Empero, a finales de 1929 decidió traerle a su hijo a Estocolmo. Para entonces el fallo de la sentencia del divorcio de Blomberg, salió favorablemente, y el pequeño Lasse ya no era prueba de su infidelidad. Astrid nunca quiso hablar de este tema porque era el secreto más íntimo de su vida. En realidad, Blomberg vio muy pocas veces a su hijo.


Pasó el tiempo y Astrid Ericsson conoció a Sture Lindgren, con el que se casó en 1931. Desde entonces se llamó Astrid Lindgren. Después de este enlace matrimonial, Lasse nunca más volvió a ver a su padre. Aunque la vida para la flamante esposa se tornó más holgada. La señora Lindgren, por unos años, se convirtió en ama de casa. Del matrimonio con Sture Lindgren nació su hija, Karin, en 1934.     

Nacimiento de Pippi Calzaslargas

Dicen que cuando su hija tenía 7 años, y estaba enferma en cama, se le ocurrió decir a su madre: “Mamá, cuéntame de Pippi Calzaslargas”. La madre inmediatamente apuntó este extravagante juego de palabras y empezó a narrar historias extrañas para matar el aburrimiento de la niña. Así nació esa muchachita pecosa, de aspecto agradable, con trenzas color cobre y de una conducta rebelde. Astrid Lindgren tenía una fantasía admirable para imaginar historias. Y a esos relatos les dio forma después de casada. En su infancia fue receptora de muchas historias y leyendas. Y de adulta tuvo la gran capacidad de plasmar retrospectivamente fragmentos de su infancia que, sin lugar a dudas, se convirtieron en el eje temático de su narración. Lindgren, en sus cuentos, nos transporta a su niñez y el pequeño lector como el adulto son participes de esa casa roja donde vivía, de su caballo, de su mono, de los árboles donde se trepaba, de la naturaleza de verano y de sus juegos, a los que se entregaba, todos los días, junto a sus hermanos y amiguitos del barrio.

El año 1944 presentó el manuscrito de su cuento “Pippi Calzaslargas” a la famosa Editorial Bonnier. Pero fue rechazado rotundamente. En ese entonces, el patriarcado en la sociedad sueca era bien pronunciado. Los hombres, como jefes de familia, decidían sobre los aspectos más importantes del hogar. Mientras las mujeres eran amas de casa. La educación era estricta y se practicaban los castigos. Los padres acudían al látigo como medio educador; y los niños tenían que obedecer sin preguntar el ¿por qué? Es decir, las estructuras de la sociedad, como en todas partes del mundo, estaban ancladas a normas que se caracterizaban por un severo verticalismo. Y “Pippi Calzaslargas” era la niña díscola que rompía precisamente con todas las reglas impuestas por la sociedad. Era una niña huérfana y traviesa que no temía a nadie. Vivía sola con su mono y su caballo, y nadie le obligaba a hacer sus tareas escolares. Era forzuda capaz de subirse a los techos, de levantar un caballo, de burlarse de la Policía y de la autoridad de los hombres. A los niños les gusta este tipo de aventuras porque hace revolotear su imaginación, y se sienten participes de esas hazañas descritas con un lenguaje propio de ese mundo pueril. El dueño de la editorial Bonnier, Gerard Bonnier, confesó que fue un gran error haber rechazado la obra de Lindgren. Y agregó: ”tuve temor que mis hijos se comportaran como Pippi”. Un año más tarde, o sea en 1945, Astrid Lindgren envió el manuscrito de su cuento a un concurso literario, dedicado a cuentos infantiles, y organizado por la Editorial Rabén & Sjögren. Su relato ganó el Primer Premio del concurso. Sin embargo, las críticas no dejaron de cesar tomando en cuenta su contenido. Lo cierto es que a un principio,“Pippi Calzaslargas”, causó un gran debate, no solamente en Suecia; sino también en los países donde se publicaba la obra. Los adultos consideraban que la conducta de Pippi era un mal ejemplo para los niños.

Lindgren y la Segunda Guerra Mundial

Astrid Lindgren se interesó desde muy joven por otras culturas. Su curiosidad por el mundo, la llevó a viajar por algunos países. Y siempre estaba al lado de los desposeídos. Durante la Segunda Guerra Mundial seguía minuciosamente los acontecimientos. Coleccionaba artículos de periódicos sobres este conflicto militar global. En su diario escribió: “… el 9 de abril de 1940 Dinamarca es invadida por los alemanes y la guerra se acerca”. Repudiaba categóricamente a las tropas de Hitler. Y aunque Suecia nunca participó en la guerra, siempre existía la amenaza de ser involucrada en este enfrentamiento mundial. Ese mismo año, su esposo fue llamado para hacer el servicio militar. Y Astrid Lindgren empezó a trabajar en una sección del Servicio Secreto de Suecia. Su principal tarea era censurar las cartas que llegaban a territorio sueco, trabajo que fue denominado por los mismos funcionarios como “ocupación sucia”. El contenido de esas cartas le hizo ver, a diferencia de otros ciudadanos, una realidad más cruda y más violenta. Nuevamente escribe en su diario: “Alemania es como una bestia viciosa que a menudo sale de su madriguera para lanzarse a una nueva víctima”.

Pomperipossa en Monismania

 Entre 1946 – 1970 trabajó, como jefa de la sección de literatura infantil, en la Editorial Rabén & Sjögren. Leía los manuscritos enviados a la editorial y daba su criterio sobre dicho material. Al mismo tiempo se convirtió, a sus 70 años, en una polemista de gran calibre. Sus opiniones sobre la energía nuclear, los animales, la política de impuestos, los refugiados y los derechos de los niños ganaban terreno haciéndose eco en todo el país.

Pago impuestos con alegría acostumbraba a decir. Supuestamente los impuestos van en bien de la sociedad. Sin embargo, en 1976 ocurrió algo curioso, el Estado le exigía que pague, como impuestos, el 102 por ciento de sus ingresos. O sea, más de lo que ganaba. Esa injusticia fue la gota que rebalsó el vaso. Con mucho coraje y su aguda pluma escribió un artículo en forma de cuento. Y fue publicado en el periódico “Expressen” con el título de “Pomperipossa en Monismania”. Sus duras críticas al sistema de impuestos fueron bienvenidas. Y, como efecto, modificaron la ley fiscal. Algunas personas han dicho que ese artículo contribuyó a la caída del Gobierno socialdemócrata. Gunnar Sträng, ministro de finanzas de la época, protestaba diciendo que, Lindgren, debería dedicarse a sus cuentos, ya que no entendía nada sobre las leyes de impuestos.  

Algunos de sus libros

Astrid Lindgren escribió muchas obras. En total 130 millones de ejemplares de sus libros se han traducido a 86 idiomas. Para dar un ejemplo, en Suecia se han vendido 12 millones, en Rusia 50 millones y en Alemania 25 millones. Citando algunos de sus libros: “Pippi Calzaslargas” (1945), “Pippi se embarca” (1946) y “Pippi en los mares del sur” (1948) es la trilogía de mayor éxito editorial.

Luego publicó otra trilogía: “Los niños de Bullerby” (1947), “Más sobre los niños de Bullerby” (1949) y “Es divertido en Bullerby” (1952). Los cuentos de estos libros están ambientados en la bella y exuberante naturaleza de Småland. Se trata de un grupo de niños, hijos de granjeros, que viven en la aldea de Bullerby (El pueblo Ruidoso) en los años 20. Siempre están juntos jugando en el bosque, en el colegio o ayudando en algunos quehaceres cotidianos. Hay episodios de Semana Santa, de cumpleaños, de Navidad y de cuando los niños estaban gozando de sus vacaciones de verano. La vida en Bullerby es tranquila y llena de armonía, y pues los niños también van por buen camino. Al contrario de “Pippi Calzaslargas”, hacen sus tareas, son obedientes y se van formando de acuerdo a las normas de los maestros y la familia. El único ogro y perverso de la aldea, es un zapatero remendón que, de cuando en cuando, les causa susto. 

En la década de los años 60 y a principios de los 70, publicó tres libros inspirados en la niñez de su padre: “Miguel el travieso” (1963), “Nuevas aventuras de Miguel” (1966) y “Otra vez Miguel” (1970). En los libros originales Lindgren utiliza el nombre de Emil. La traducción al español, sería entonces Emilio y no Miguel. Aunque también es cierto que se trata de un nombre propio que no significa nada. Solamente identifica a una persona. Miguel es un niño de 5 años que está en contra de la autoridad de los mayores. Las historias relatadas en esas páginas, son historias que describen las peripecias que pasa Miguel en el campo. Es decir, están escritas en un ambiente campesino, y con elementos de la realidad de aquella época.

En el cuento “Mio, mi Mio” (1954), traducido al español como “Mío, mi pequeño mío”, el protagonista es un niño de 9 años, Bo Vilhelm Olsson, apodado Bosse. Es hijo adoptivo de Eda y de Sixten que, por lo visto, no lo quieren. Un día Bosse se sienta en un banco de un parque de Estocolmo, y a su lado encuentra una lata de cerveza que se mueve. Asombrado la levanta y hace escapar al espíritu que habitaba dentro de la lata. Y en recompensa, obtiene el privilegio de seguir al espíritu hasta llegar al confín del mundo, de donde venía. En esos lugares misteriosos, Bosse se convierte en el Príncipe Mío. Encuentra el amor y la protección de su verdadero padre. Pero desgraciadamente las tinieblas se hacen sentir desde la Tierra y, en consecuencia, percibe que todo lo bello está amenazado por el jinete Kato, un hombre malicioso y con el corazón de hierro. Mío, entonces, tiene que luchar contra este ser maligno que ha raptado a muchos niños. Aquí se entrelazan aspectos de la vida y de la muerte, del bien y del mal.

“Los hermanos Corazón de León” (1973), es un relato donde se describe Naugijada, el lugar al cual uno llega después de la muerte. Este mensaje transmite Jonatan a su hermano Skorpan, quien padece de una enfermedad y se entera que pronto morirá.

“Ronja, la hija del bandolero” (1981), es una niña que nace en una casa mientras llovía torrencialmente. De repente cae un rayo y parte la casa en dos. En una de las partes crece Ronja junto a su madre Lovis, su padre Matti y otros bandoleros. Y en la otra mitad de la casa vive Borka, el enemigo de Matti, junto a su hijo Birk y otros canallas. Son, por decir, dos bandos que se odian y viven separados por una frontera. A Ronja le fascina caminar por el bosque, en donde observa a enanos, gnomos y arpías. Un día, en sus andanzas, se encuentra con Birk y se hacen amigos. Pasan de un hábitat a otro para jugar, como si fuesen hermanos. En este cuento se pone en tela de juicio algunos conflictos humanos. Pero gracias a la amistad de Ronja y Birk, la pelea entre los bandos desaparece.

Conjeturas

Volviendo al tema de su infancia, Astrid Lindgren creció en un ambiente en donde reinaba mucho amor. Este estado de armonía y la educación que recibió contribuyeron, sin duda alguna, a su desarrollo y a potenciar su gran capacidad de expresión. No obstante, una vez confesó: “Cuando tenía 3 o 4 años, recuerdo que mi madre se puso un poco grosera, y me escape al baño que había fuera de la casa. Allí permanecí poco tiempo y cuando volví adentro me di cuenta que mis hermanos habían recibido caramelos. Consideraba que era un hecho injusto y enojada di una patada en dirección donde se encontraba mi madre. Luego me llevó a una sala y me dio una paliza”. Pero este hecho no melló la personalidad de Lindgren, porque en sus cuentos no se atisban palizas a los niños. Al contrario, toma partido por ellos y los defiende con todo su corazón. De este modo, valora la libertad del niño, su personalidad y la cotidianidad del mundo infantil. Lo que más bien marcó el fuero interno de Lindgren, es haber visto, en su infancia, injusticias cometidas contra niños que venían de una clase social pobre. Fue testigo de aquella pedagogía negra de la época. Recordaba, con mucha amargura, a ciertos niños que recibieron maltratos, por parte del profesor, en frente de toda la clase.

En las narraciones de Astrid Lindgren hay contradicciones. Los personajes son de apariencias y conductas opuestas. Existen escenas, como en el caso de Pippi, en donde la protagonista es una niña independiente y sin familia que vive con sus propias reglas. Lucha contra todo lo que es autoritario. En otros cuentos hay escenas de niños disciplinados que están sujetos al control de la familia y siguen una vida escolar. Mientras que en algunas obras, la muerte está presente como advertencia de lo vulnerable que somos los humanos. Quizá esa desesperación y angustia que Lindgren sintió durante la Segunda Guerra Mundial, fue cristalizada en “Mío, mi pequeño mío” y en “Los hermanos Corazón de León”. Además, nadie vive en el paraíso el resto de su vida, solamente por haber tenido una infancia feliz. Lindgren también pasó por momentos difíciles. Dejar a su hijo, en Dinamarca, contra su voluntad, le partía el corazón. Su ser estaba rodeado de zozobras y la escritura fue un perfecto refugio. Cuando escribo me olvido de las penas, decía a sus amigas. Empero, nunca escribió para los adultos, porque consideraba que carecían de fantasía, o al menos eran dotados de una fantasía limitada. Por eso mismo llevaba una niña traviesa e insurgente en sus adentros. No aceptaba, del todo, la adolescencia y menos la vida adulta, ya que le ponía frenos a sus actos. Sentía nostalgia por esos tiempos inocentes cuando jugaba en los bosques, o cuando se reunía con sus amiguitos del colegio. Y, como resultado de ello, recuerda ambientes, olores, paisajes, personajes, lugares y detalles.

Por otro lado, en algunos cuentos, como por ejemplo en “Ronja, la hija del bandolero” y en “Mío, mi pequeño mío”, muestra algunas miserias humanas: el odio entre dos clanes y a un niño desatendido por sus padres adoptivos. Lindgren sabía que teníamos que llorar varias veces, para luego reír con firmeza. Y tuvo la gran virtud de acercarse a los niños con mucha fantasía, amor y respeto. Desde su primer libro, el niño comprende que tiene una amiga que le quiere  y, además, le da la razón. Entonces los lectores de corta edad, y los adultos que leen, como intermediarios, las obras de Lindgren; difícilmente podrán olvidar los nobles sentimientos de esa mujer rodeada eternamente con alma de niña.

Lindgren fue una escritora que supo ponerse a la altura de los niños, y gracias a su fina sensibilidad y experiencia de juegos infantiles; se convierte en una maga para crear situaciones que cualquier niño o niña quisiera realizarlas. Ella supo perfectamente cómo cargar las palabras con una fuerte dosis de humorismo; siendo el mejor regalo para los pequeños lectores. Estaba convencida de que sus cuentos llegarían con gran entusiasmo a sus destinatarios. Y pues las aventuras narradas, en sus libros, mantienen encendida la antorcha de la curiosidad infantil. En esas fantasías se sumerge el niño cuando escucha las voces de los personajes, y así empieza a descubrir situaciones placenteras, por lo demás, necesarias para el desarrollo de los niños.

Sus obras en el teatro, el cine y la televisión

Es justo señalar que muchas obras basadas en los cuentos de Lindgren, han sido presentadas en el teatro en Suecia, en Escandinavia, en Estados Unidos y en muchos países europeos. Su fama creció enormemente cuando se hicieron películas y series de televisión inspiradas en sus libros. El cineasta sueco, Olle Hellbom, fue el encargado de producir 17 películas que, con el pasar de los años, se han convertido en clásicas de la cinematografía infantil sueca.  A lo largo del tiempo, la Editorial Rabén & Sjögren, donde trabajaba Lindgren, fue la Editorial que reeditó los libros de esta escritora, cuyas obras perduran en todos los rincones del mundo.

En resumidas cuentas, la autora de “Pippi Calzaslargas” nunca perdió las riendas de su destino. Conoció a la perfección el mundo de los niños y comprendió, en toda su esencia, la psicología de los pequeños. Lindgren escribía con un estilo particular y poseía un lenguaje ingenioso. A veces, se inventaba palabras o utilizaba modismos y expresiones suecas típicas que escuchó en su niñez, lo que sin duda alguna son difíciles de traducir  a otro idioma.

Por último, los libros de Astrid Lindgren detienen el tiempo del reloj, y están impregnados de ciertas dualidades latentes en nuestro existir: la vida y la muerte, el bien y el mal, el llanto y la alegría, lo feo y lo bello.

Bibliografía

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Lindgren, Astrid: Miguel el travieso (Emil i Lönneberga). Estocolmo, 1970.
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