El ser genérico
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Silvya De Alarcón
24/10/2016 - 09:54

El nombre de la Naturaleza (Tercera parte: El ser genérico)

El ser genérico

El ser genérico

La nominación de la naturaleza contiene determinadas relaciones entre el ser humano y la naturaleza, relaciones desarrolladas históricamente, de ahí los distintos nombres que le han dado los pueblosa1. Lo que antecede muestra en algún grado cómo, en el marco de la modernidad capitalista, naturaleza es el nombre que designa a la materialidad existente alrededor de los seres humanos y a la propia corporeidad de éstos, sujeta a la voluntad infinita que se despliega sobre ella. Por lo mismo, voluntad que la cosifica, la aliena y la explota. El resultado de esa relación está a la vista.

La pregunta, por ello, es qué otra relación podemos entablar con la naturaleza. Cómo es posible superar la enajenación que nos llevado al mundo en el que hoy vivimos.
Históricamente, las respuestas han sido diversas y de distinto alcance2, pero lo que nos han dejado de aprendizaje es que de lo que se trata es de avanzar en la superación del capitalismo. En ese camino, el comunismo sigue siendo hasta hoy el horizonte de llegada que guía y concentra la lucha de los pueblos contra el capital. ¿Por qué el comunismo es la superación del capital? Porque, en esencia, es la superación de la propiedad privada.

El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en cuanto autoextrañamiento del hombre y por ello como apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como completo naturalismo=humanismo, como completo humanismo=naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. (Marx, 1985: 143)

La superación de la propiedad privada no puede sino ser un movimiento libertario del trabajo frente al capital, pero es superación precisamente porque es capaz de replantear la relación entre los seres humanos y la naturaleza, y entre los propios seres humanos. Superar la propiedad privada no es pues tema jurídico sino la transformación radical de las relaciones que la fundamentan.

En la línea que hasta aquí se ha seguido, es importante desglosar la referencia que hace Marx a la superación de la contradicción entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad

¿Qué significa superar la contradicción entre objetivación y autoafirmación? Decíamos al inicio de este escrito que, en el marco de la modernidad capitalista, los seres humanos entienden su posibilidad de ser en la medida en que se despliegan como voluntad infinita sobre la naturaleza y, con ello, sobre los propios seres humanos, bajo la lógica de la ganancia. Sin embargo, este no es un acto simple. La historia de la humanidad es precisamente el testimonio de que los seres humanos son la especie por definición que produce de determinada manera el mundo a través del trabajo. Los seres humanos no podemos existir sin transformar la naturaleza. Todo cuanto nos rodea es lo que hemos producido/inventado/transformado. Los edificios, las calles, los automóviles, la ropa que vestimos, los celulares, la energía eléctrica, los medicamentos, nuestros propios cuerpos… todo cuanto nos rodea testimonia la manera en que los seres humanos hemos transformado la naturaleza y, con ello, nos hemos transformado a nosotros mismos.

Pero esa transformación ha estado guiada históricamente por motivos distintos. Las comunidades primitivas, por ejemplo, tenían la urgencia de enfrentar la necesidad en condiciones adversas. Para ellas, si bien la naturaleza podía ser fuente de vida también podía eventualmente ser hostil3 (un granizo que acabe con la producción, una epidemia que provoque una gran mortandad, etc.), de ahí la importancia del trabajo –conocimiento, producción de bienes, desarrollo de tecnología– para superar la necesidad. La necesidad es esencialmente social, por tanto, la relación que entablamos con la naturaleza para superar la necesidad es la que nos permite autoafirmarnos como seres sociales o no. Lo que es igual, los seres humanos se objetivan en cuanto hacen, humanizan la naturaleza y a sí mismos a través del trabajo creador. El trabajo, en ese ámbito, es una objetivación que los hace libres porque les permite superar la necesidad y, con ello, fortalecer su condición social, de especie, a la par que su ser parte de la naturaleza. Me objetivo en lo que hago pero en tanto me guía una finalidad social esa objetivación me autoafirma como ser social.

Sucede exactamente lo contrario cuando la producción del mundo está guiada por la lógica de la ganancia, de la acumulación, del predominio del individuo sobre el colectivo, como ocurre en el capitalismo. Por definición, el capitalismo, bajo la lógica de la propiedad privada, no sólo no supera la necesidad, sino que la perpetúa. La objetivación de los seres humanos a través del trabajo no sirve para su autoafirmación porque es apropiada por otro –robada– para beneficio individual, la riqueza que produce no lo beneficia sino lo empobrece. Esto demuestra que,

…el trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción; que el resultado necesario de la competencia es la acumulación del capital en pocas manos, es decir, la más terrible reconstitución de los monopolios; que, por último, desaparece la diferencia entre capitalistas y terratenientes, entre campesino y obrero fabril, y la sociedad toda ha de quedar dividida en las dos clases de propietarios y obreros desposeídos. (Marx, 1985: 103-104)

Si la transformación de la naturaleza en el proceso productivo no es social en su finalidad y en la forma de su organización, no puede haber superación de la necesidad y mucho menos libertad del ser humano.
La lucha contra esta realidad cosificadora, de muerte, del capital tiene por horizonte el comunismo y, con él, el retorno a la naturaleza, la reapropiación del ser genérico.

La universalidad del hombre aparece en la práctica justamente en la universalidad que hace de la naturaleza toda su cuerpo inorgánico, tanto por ser 1) un medio de subsistencia inmediato, como por ser 2) la materia, el objeto y el instrumento de su actividad vital. La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre; la naturaleza, en cuanto ella misma, no es cuerpo humano. Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir. Que la vida física y espiritual del hombre está ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza…

Pues, en primer término, el trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, aparece ante el hombre sólo como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la necesidad de mantener la existencia física. La vida productiva es, sin embargo, la vida genérica. Es la vida que crea vida. En la forma de la actividad vital reside el carácter dado de una especie, su carácter genérico, y la actividad libre, consciente, es el carácter genérico del hombre. (Marx, 1985: 110-111)

Pero Marx visualiza algo más: si el comunismo es la posibilidad de esa vida genérica, la forma de lo social no puede ser sino comunitaria. El comunismo implicará entonces el retorno a la forma comunidad pero en condiciones superiores. En condiciones superiores porque el desarrollo de las fuerzas productivas impulsado por el capital permite la superación de la escasez, por tanto, socializar la riqueza producida socialmente. Ese desarrollo de las fuerzas productivas es el que muchas veces se ignora al momento de pensar los procesos revolucionarios. ¿Por qué es posible ir del capitalismo al comunismo? Porque existe una base material, productiva, tecnológica, es decir, capacidad humana objetiva de transformar la naturaleza superando la escasez. Sin duda, ese proceso no puede ser posible sin poner a discusión y transformar la finalidad intrínseca que hoy atraviesa la tecnología –la succión de la mayor cantidad posible de trabajo humano– pero como base material existe.

Hoy, después de muchos siglos, los seres humanos podemos romper la barrera de la escasez, es posible producir socialmente la riqueza que debe ir a satisfacer las necesidades humanas. Esta dimensión social de la producción posibilita a su vez y por definición acabar con la explotación inmisericorde de la naturaleza. Nunca es suficiente insistir en que si hoy estamos al borde de un colapso planetario es precisamente porque el capital no tiene por finalidad la satisfacción de necesidades sino la ganancia, de otro modo no existiría la sociedad de consumo que nutre su acumulación. Esa acumulación, aunque sea jurídicamente legal, es innegablemente ilícita desde el punto de vista del derecho de todos los seres humanos a encontrar su sustento en la naturaleza.

En este orden, resulta injusto acusar a Marx de comprender la naturaleza como un ―medio de producción‖, según acusa un cierto indigenismo desinformado y/o malintencionado. La tierra –una de las formas más visibles de la naturaleza– es un medio de producción para el capital. Precisamente aquí lo que se ha intentado es demostrar los argumentos de Marx no sólo para denunciar el capital y fundamentar la necesidad del comunismo, sino también para esbozar cómo podríamos pensar la naturaleza –y con ella el ser humano– en ese comunismo. La vida genérica no es otra cosa que el reencuentro del ser humano con la naturaleza, en una dialéctica infinita que dejaría atrás la prehistoria de las sociedades de clase.

Por comunidad no hay que entender, sin embargo, las comunidades históricamente existentes4 sino la forma que asume lo social. La forma viva de la comunidad real es el ser social (Marx, 1985: 146).

(Fin de la tercera parte.)


1 Veamos tres ejemplos distintos. Entre los griegos, por ejemplo, physis es el vocablo que más se aproxima a la noción de naturaleza pues designaba aquello que estaba vivo, de lo cual nacía todo lo que existe. Aristóteles consideraba además que la naturaleza era sinónimo de movimiento, de transformación perpetua de cuanto existe. En cualquier caso, physis era una realidad a comprender, a explicar, nunca una deidad (physis nunca fue conceptuada como una titánide, aunque a veces se la confunde con Gea). Ya en Heráclito se lee la famosa sentencia “la naturaleza ama el ocultarse”, de ahí el constante propósito griego de desarrollar conocimiento. Entre los chinos, la naturaleza recibe el nombre de Tao y es concebida como una totalidad insondable, inaprensible. La relación que los seres humanos pueden entablar con el Tao es práctica y moral, no intelectiva: de lo que se trata no es de entender o explicar el Tao sino de saber cómo comportarse con cuanto existe, incluidos los seres humanos. La virtud está relacionada con la armonía entre todos los seres existentes puesto que el ser humano no está por encima de los otros seres. Por último, entre los judíos, la naturaleza no es origen de la vida humana sino más bien algo creado por un principio antitético espiritual, dios. No tiene voluntad ni fuerza, por el contrario, está sometida a la voluntad de quien no es su obra sino el culmen de la creación, el ser humano y, propiamente, el varón. Esta diferencia explica la visión antropocéntrica y androcéntrica que caracteriza al judaísmo y, en la tradición occidental, al cristianismo también.


2 Una experiencia particular fue la del movimiento hippie. La generación siguiente a la II Guerra Mundial, a contrapelo de la racionalidad instrumental propia del capital y la moral puritana fue la que propugnó de manera vehemente el retorno a la naturaleza y la superación de la enajenación, como elementos fundamentales de superación del capitalismo. Los hippies abandonaron la vida en las ciudades y se volcaron a las zonas rurales, a vivir en contacto con la naturaleza, produciendo en pequeña escala lo necesario para sustentarse, intentando reconstruir la manera de relacionarse entre sí y con la naturaleza. La experiencia del cuerpo y las relaciones de convivencia armónica y pacífica con los demás fueron un principio elemental de su socialidad. Si los hippies fueron anti-capitalistas, no entendieron sin embargo que su acción se desenvolvía por fuera del capital pero, además, de manera voluntarista, individual, lo que equivale a decir que no tuvo efecto sustantivo en la superación de éste. Ese fue por tanto su límite, a pesar de la amplitud del movimiento en el mundo (Cf. Colom y Melich, 1994).


3 La representación de la naturaleza para los pueblos antiguos ha sido muy diversa. Contra lo que hoy se piensa, no siempre la naturaleza fue considerada como Madre. Según algunas teorías antropológicas, la nominación de Madre pudo tener relación con estructuras matriarcales y/o con la semejanza entre la naturaleza y la mujer como dadoras de vida (García, A. P., Curruchiche, G. & Taquirá, S. (2009). En otras culturas, como los pueblos celtas, la naturaleza no fue pensada como totalidad, de manera que tenía varias representaciones predominantemente masculinas en vez de femeninas. Estas representaciones no estaban vinculadas a valores como la protección o el cuidado sino a la fiereza, a la guerra. De hecho, los celtas se asumían como hijos de la muerte. El dios más importante de los celtas irlandeses era Dagda, el dios de la vida y la muerte, el cual reclamaba continuamente sangre humana. Las figuras femeninas correspondían también al tipo guerrero, como Morrigan. Muy lejos está de ellos la sublimada representación de la naturaleza como madre.


4 Por comunidades históricamente existentes cabe entender todas las formas comunales ancestrales. En Bolivia, son fundamentalmente los ayllus, las markas aymara-quechuas.

 

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