Tierra Lejana
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Hernan Maldonado
14/02/2016 - 21:10

La gran derrota de Evo Morales

En los 10 años de uso y usufructo del poder, el caudillo jamás se había  expuesto al escarnio público. Los grandes ladrones y corruptos de su gobierno siempre eran otros, empezando por el que fue su brazo derecho, el ex presidente del Senado, Santos Ramírez.

Los bolivianos acudirán a las urnas el 21 de febrero para determinar si apoyan o rechazan el intento gubernamental de propiciar una tercera reelección presidencial en el aún lejano año de 2019, pero cualquiera que sea el resultado de esta consulta, hay un gran derrotado: Evo Morales.

En los 10 años de uso y usufructo del poder, el caudillo jamás se había  expuesto al escarnio público. Los grandes ladrones y corruptos de su gobierno siempre eran otros, empezando por el que fue su brazo derecho, el ex presidente del Senado, Santos Ramírez.

En 1887, en Inglaterra, Lord Acton acuñó la frase: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”, algo que inevitablemente ocurre en las dictaduras de derecha o izquierda, sin que funcionen los contrapesos que recomendaba el Barón de Montesquieú.

Cuando Morales accedió al poder como prototipo del “hombre nuevo” retrotrajo la ancestral trilogía de los incaicos del “ama sua, ama llulla, ama khella” (No seas ladrón, mentiroso ni flojo). La divisa se quedó en enunciado y los nuevos gobernantes resultaron ser tan pillos, mentirosos y flojos, como muchos de sus antecesores.

Ramírez, que era presidente de la estatal petrolera YPFB, fue encarcelado tras probarse su culpabilidad en el asesinato del empresario Jorge O’Connor, quien poco antes fue despojado de $450.000 que iba a entregar a Ramírez como coima de un contrato con una empresa norteamericana adjudicataria de la construcción de una planta separadora de líquidos.

Siguieron otros casos de altos jefes de la policía involucrados en tráfico de cocaína. El más emblemático, el del general René Sanabria, ex jefe de inteligencia y zar de la lucha contra las drogas, actualmente encarcelado por 14 años en Estados Unidos. La DEA lo atrapó en Panamá.

Más recientemente, el régimen de Morales se vio sacudido al revelarse una gigantesca malversación de cerca de $600 millones del Fondo Indígena. Han sido detenidos una veintena de pequeños “hombres nuevos”, pero es sospechoso que a la gran ex ministra Nemesia Achacollo, la principal responsable de esos fondos, no se la toque ni con el pétalo de una rosa.

Ahora, como en ningún otro caso, surge un escándalo que toca íntimamente a Morales. El periodista Carlos Valverde exhibió la partida de nacimiento de un menor cuya madre es la supuesta abogada (ella afirma que solo es egresada de Derecho) Gabriela Zapata y el padre Evo Morales.

El caudillo admitió que Zapata fue su pareja (cuando ella tenía 19 años y el estaba en sus 46), pero que habían terminado su relación el 2007. Los periodistas le refrescaron la memoria mostrándole una foto en la que aparece con Gabriela en los Carnavales de Oruro de 2015.

Morales, que buscó desprestigiar a Valverde por valerse de un niño (que, además dijo, murió a los pocos días de nacido) admitió lo de la foto, pero dijo que apenas recordaba quien era ella y que se sacó la foto porque pensaba que “era una cara conocida”.

Pero el problema no está en el niño y si está vivo o no (no muestran partida de defunción), ni en la supuesta violación de la vida privada del caudillo y de su ex pareja, sino en que Gabriela, a sus juveniles 28 años, es gerente comercal, representante de una empresa china con negocios con el Estado boliviano por valor de $560 millones.

Ella misma, que no oculta su solvencia económica paseándose en carros de lujo y viviendo en una mansión tomada en anticrético en $100.000, se siente ultrajada en su honor y contrató un pequeño ejército de abogados para enjuiciar al periodista.

Bolivia no sale de su estupor al trascender detalles del escándalo. Morales ha ordenado al contralor y la Asamblea Legislativa que investiguen si hubo tráfico de influencias. Como ambos son parte del Ejecutivo, obvio que se “autoinvestigará”.

Los viejos juristas, ante la falta de evidencias concretas de la comisión de un delito, suelen acudir a lo que se llaman “pruebas circunstanciales” y este es un caso supremamente apropiado para llenar la gran definición de delito de Edmund Mezger: “Una acción típicamente antijurídica y culpable”.

O en palabras sencillas, el hombre de la calle suele decir que es obvio que la tos y la riqueza no se pueden ocultar.  El domingo Bolivia votará con confianza. Pase lo que pase, Evo Morales es el gran perdedor.

(*) Hernán Maldonado es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.   

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