Anatomías
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Victor Hugo Romero
28/08/2015 - 11:49

La asfixia

Sería bueno recuperar este término, por ejemplo desde los medios, para que algunos no se arropen la propiedad del vocablo como plataforma política, sino como algo que vivimos diariamente.

La verdad no sabía muy bien de qué escribir hoy. Le fui dándole vueltas al asunto, evalué varios temas, cuál impactaría más o sobre qué sería más divertido escribir, es en ese contexto que empezó a faltarme aire, sufrí una especie de insatisfacción al no encontrar el tema adecuado, básicamente, empecé a sentirme asfixiado y fue ahí justamente con esta extraña sensación que me puse a divagar sobre este término que tan de moda se puso, mediática y comercialmente hablando, en las últimas semanas.

La primera conclusión a la que llegué es que a diario, todos sentimos la sensación de asfixia. En algún momento del día consideramos que nos falta aire, por ejemplo, al subir una de las calles empinadas de La Paz, llegar a la oficina en cuestión y encima trepar dos o tres pisos a pie o al subir al minibús, todo apretado, sin capacidad siquiera para estirar las piernas, con las rodillas apretándonos el pecho, por culpa del poco espacio entre asiento y asiento - lo que es peor -,  verse obligado a sacar las monedas para el pasaje del bolsillo del pantalón, momento en el que sufrimos una “doble” asfixia. Ni qué decir cuando vamos al banco a pagar las cuentas: mensuales, la pensión, el internet, el teléfono, el agua, la luz, el cable…. ¿No es acaso una buena manera de sentirse asfixiado?

Seguro que si analizamos con lupa, veremos que desde el primer momento en el que alguien nos pide algo, nos sentimos asfixiados, quizás porque no hayamos hecho el deber, ya sea porque nos faltó tiempo o simplemente actuamos con negligencia y siendo todavía más sinceros, porque nos faltó fuerza y voluntad para responder - claro y fuerte -,  que no nos daba la gana de hacerlo.  En el marco de esta tendencia cada vez mayor en el mundo, de decirle a todo NO. Decir “no” varias veces al día también provoca asfixia, no sólo la estaríamos sufriendo nosotros, sino que la estamos provocando al otro, llegamos a la terrible conclusión de que nos estamos asfixiando los unos a los otros, pero como ya es una actitud cotidiana, lo asumimos con naturalidad, tanto que pasa imperceptible, es tiempo de darle su valor.

Sería bueno recuperar este término, por ejemplo desde los medios, para que algunos no se arropen la propiedad del vocablo como plataforma política, sino como algo que vivimos diariamente. Vayamos a los hechos, alguien podría negar que los once jugadores del Bolivar que jugaron el clásico el anterior miércoles, ante la derrota y por consiguiente el triunfo atrigado, no pudieron evitar sentirse asfixiados por el resultado o los hinchas que fueron a ver al Wilstermann que vieron con “tristeza” cómo los policías les incautaban sus martillos, estiletes y demás enseres “propios” de la conformación de una pandilla disfrazada de barra brava.

Incluso en el cine se puede llegar también sentirse asfixiado, cuando te toca una película de esas largas, alternativas, contemporáneas en las que el director es el único que sabe lo que está haciendo, el hecho de sentarse a verla es una asfixia total o sin ir muy lejos ver cómo Mad Max abandona a la heroína, mutilándose la oportunidad de volver a amar en un escenario postapocalíptico es también una asfixia o desde el otro lado de la tortilla, cuando alguien quiere decirle a otro ser que la ama desesperadamente, ya sea porque las palabras sencillamente no le alcanzan o porque la intensidad del sentirse fundido en un abrazo, no sólo lo deja mudo, sino sumergido en una deliciosa asfixia que lo hace sentir amado.

No toda asfixia es negativa y no está rodeada de gases lacrimógenos, al contrario hay asfixias positivas, incluso irreales como las que se pusieron de moda hace poco. En términos concretos sentirnos asfixiados puede ser también una bellísima señal del “sentirnos vivos”.  Zygmunt Bauman habla sobre la sociedad líquida, yo creo que más allá del estado acuático y/o sólido en el vivimos, tendríamos que añadir el vaporítico, el de la asfixia, sea interior o externa, como un factor de existencia sobre todo factico. Así que amigo lector, cada vez que se sienta asfixiado, ya sea por cualquier razón, recuerde que el mundo en sí mismo le está diciendo “siéntase vivo” y agradezca que todavía hay chance, porque peor sería pasar al estado siguiente,  el dejar de respirar y  ahí sí, no tendríamos otra chance que esperar la resurrección zombi que tanto estamos evocando. 

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