Cerebro
Redacción Oxígeno
16/10/2017 - 12:49

Logran desactivar el "instinto asesino" en ratones

Los circuitos cerebrales involucrados en los comportamientos predatorios de los ratones como agarrar y morder son todo un misterio.

Los ratones muestran una compleja gama de actividades de caza. /Foto: Internet

Un equipo de neurobiólogos de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut de EEUU ha descubierto un interruptor que parece activar los instintos depredadores en el ratón, pues cuando ciertas partes del cerebro de los roedores eran estimuladas con luz, los ratones mostraban una compleja gama de actividades de caza, lo que podríamos llamar su instinto de caza.

Los circuitos cerebrales involucrados en los comportamientos predatorios como agarrar y morder son todo un misterio. Los investigadores querían saber si es la amígdala (donde priman las emociones básicas tales como la rabia o el miedo) la que controla los comportamientos de caza, y en este estudio publicado en la revista Cell se sugiere que sí.

Para activar la amígdala central en los ratones, los expertos usaron una técnica llamada optogenética que permite vislumbrar y activar ciertas neuronas; así, utilizaron una fibra óptica minúscula para hacer brillar un láser azul en la amígdala cerebral. Esto llevó a los roedores a tensar la mandíbula y los músculos del cuello, comportamiento que no se repitió cuando los investigadores estimularon otras partes del cerebro.

Cuando el láser estaba encendido, los ratones cazaban casi todo lo que se ponía en sus senderos, desde golosinas comestibles, como grillos, hasta artículos no alimentarios como los tapones de las botellas. Observaron la misma actividad cuando activaron la amígdala central con quimiogenética, una técnica similar que estimula las neuronas con moléculas en lugar de luz. 

El comportamiento de de caza se repitió incluso cuando no había nada que cazar: los ratones colocaban sus patas delanteras como si estuvieran sosteniendo comida y movían sus bocas como si masticaran. El experimento se repitió para comprobar que los ratones no tuvieran mucha hambre.

El resultado fue el mismo. Por tanto, los experimentos estaban desencadenando la depredación, no el hambre u otro motivo. En ningún momento los ratones se atacaron los unos a los otros, lo que resume que este instinto se circunscribe a la necesidad de alimentarse.

 

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