Miradas Inclusivas
Imagen de Ilse Miranda
Ilse Miranda
28/07/2014 - 09:38

Es peligroso ser mujer

Efectivamente, es peligroso ser mujer en una sociedad cuyas autoridades son patéticamente tolerantes con personas y grupos sociales que expresan  acciones y opiniones de odio hacia la mujer y hacia valores femeninos.

Según declaraciones de padres de familia publicadas el 7 junio en La Razón, éstos considerarían “peligroso” el ingreso de una alumna al colegio Simón Bolívar, en La Paz. El tema se me quedó dando vueltas hasta que la realidad me hizo retomarlo, al leer la noticia de que el Director de ese establecimiento educativo había puesto evidentes trabas para el traspaso que esa alumna solicitaba.

Me preguntaba en estas vueltas cuáles son los peligros de ser mujer y porqué siendo mujeres corremos esos peligros.

Efectivamente, es peligroso ser mujer en una sociedad cuyas autoridades son patéticamente tolerantes con personas y grupos sociales que expresan  acciones y opiniones de odio hacia la mujer y hacia valores femeninos.

Patéticas digo, porque por una parte mediante las leyes, se pretende construir una sociedad equitativa, democrática, pacífica y otros adjetivos, similares en intención, que nos gusta verbalizar tal vez para imaginar que somos una sociedad distinta a la actuamos Total, el papel, ese en el que están escritas las leyes, aguanta todo.

En sentido de construcción contrario, quiero decir, destruyendo aquello que se intentaba con las leyes, administradoras(es) y operadoras(es) que debieran buscar y proteger el cumplimiento de estas leyes, en tanto ocupan lugares de autoridad, con su tolerancia en algunos casos, con complicidad en otros e incitando en más de los que una quisiera recordar, construyen una sociedad violenta, injusta y dictatorial.

Si bien me voy a referir en esta columna a situaciones que ocurren en nuestro contexto, que afectan la seguridad de la mujer y establecen la devaluación social de lo femenino, este encontronazo entre las intenciones y los actos, nos atraviesan como sociedad, atraviesan nuestros cuerpos: corazones, úteros, cerebros, pies, vientres, manos, ojos, lenguas. Aspiramos en un sentido y actuamos hacia el otro.

Es peligroso para la alumna del ejemplo, vivir en una sociedad en la que sus convivientes: padres, madres, director, regente, líderes estudiantiles y otros consideran ese colegio “su” territorio y a “sus” preferencias por encima de leyes que rigen (dicen) en nuestro Estado. Se tornan mucho más peligrosas sus condiciones de existencia, cuando las autoridades enfrentan este posicionamiento agresivo con una tolerancia que casi parece acuerdo. Así no se transforman las sociedades. No se construyen estados plurinacionales cuando se administran todo tipo de territorios con criterios feudales.

La situación de peligro trasciende y la de prevención no lo hace, porque esta alumna se encuentra viviendo una situación agresiva contra su “ser”, que ya la habían vivido otras, cerquita, en Oruro, o sea, en este mismo Estado.

Y la campana de peligro adquiere resonancias de campanario de catedral en días de incendio, porque autoridades, ¡ay! algunas de ellas mujeres, actúan para excusar a un mete manos que ya antes pretendió meter lengua en espacios femeninos y públicos, lo mantienen como aliado y proclaman como suyos candidatos, y, ¡ayayay! candidatas, que en realidad “son” de él. No se construyen pueblos libres poniendo como ejemplos apropiaciones abyectas.

Difícil para una mujer vivir en una sociedad con lideresas que proclamaron valores de equidad de género, lucharon por conquistar libertades para las mujeres y que, ya en el poder, acuden prestas a cubrir la desnudez del rey puesta en manifiesto a través de traviesas coplas. No se fijaron, o no quisieron fijarse, el señor, los señores y las señoras, el lugar desde el que se cantaba. No se construyen nuevos mundos encandilados por la seducción de poder de los mundos antiguos, tan criticados ayer como tan reproducidos ahora.

Cuando hemos logrado construir equidades como la que manifiesta la paridad y alternancia de mujeres y varones en las funciones públicas elegibles, sigue siendo peligroso, y extenuante, ser mujer con capacidades diferentes, adulta mayor, migrante, encarcelada, hija de padres encarcelados, niña, adolescente, con una familia que no sea la nuclear, tener comportamientos adictivos, obesa, enana o con enfermedad mental. Pese a que algunas mujeres están ejerciendo poder, la diversidad de mujeres nombradas, así como sus necesidades de desarrollo, siguen invisibles para la agenda pública.

Estas y otras diversidades de mujeres y de condiciones de ser, están también invisibles en movimientos consolidados o emergentes como las de los pueblos indígenas o los de la juventud, haciendo que sea peligroso existir siendo mujer, joven y diferente o siendo originaria y mujer. Difícil entender cómo es que ocurre que las mismas y los mismos que proclaman la dialéctica, insisten en continuar con la mecánica aplicación de un sectarismo que como sociedad, nos seca. La vida, el cambio, se producen en tierra húmeda.

Peligroso ser mujer y divergente, ya sea que esta divergencia se exprese en el pensar, en el hacer, en el tener o en el estar. Porque la divergencia, la reflexión y la crítica no son producto de la razón sino del sentir, de percibir el mundo de maneras diferentes. Y la sociedad normalizadora eso lo castiga, vaya que lo castiga, con una rigidez que pone en aguas su carátula de revolucionaria.

En tiempos electorales y en tiempos de cambio, peligroso ser mujer en una sociedad que de nosotras ve solamente la vagina y que limita su visión de las diferencias entre lo masculino y lo femenino a cambios de forma en los que la “o” se cambia por “a” y ahí se queda todo. Las crisis que viven nuestras sociedades claman por el venir de los valores y cualidades de la femineidad. Esta es la lucha de género que se mantiene pendiente. 

El Periódico Digital OXIGENO.BO, es desarrollado y administrado por Gen Film & Crossmedia Ltda. Teléfono: 591-2-2445455. Correo: info@gen.com.bo