Segunda parte
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Silvya De Alarcón
10/10/2016 - 10:07

El nombre de la Naturaleza

La mercancía 

La mercancía 

¿Cómo es que se ha llegado históricamente hasta este punto? La relación con la naturaleza fue, de siempre, la relación más importante construida por  los seres humanos, porque ella implica la relación con el entorno, pero también con los otros seres humanos y con uno/a mismo/a. De esa relación simultáneamente tridimensional depende la subsistencia y la producción de la vida. La necesidad es, pues, el vínculo que nos recuerda a diario que somos cuerpo (naturaleza) y no únicamente espíritu; el motivo también por el cual inventamos la realidad, habida cuenta que la necesidad no se limita a la subsistencia aunque es indisoluble de ella. En la lucha por superar la necesidad producimos el mundo y con ello nos producimos a nosotros mismos. En ese orden, la necesidad es antitética a la libertad. Como individuos, el cuerpo nos ata, nos limita, ancla un espíritu que se sueña omnipotente e infinito. Como especie, las necesidades elementales nos obligan a entender que no es posible pensar únicamente en la satisfacción personal porque, en el marco de la razón instrumental que caracteriza al capital, lo que uno gana es lo que el otro pierde, de manera que si la vida no ha de ser la violencia generalizada –al estilo de un estado de guerra (Hobbes, 1987)–, los seres humanos tenemos la necesidad existencial de garantizar colectivamente la satisfacción de necesidades. Por último, como parte de un mundo físico – animal, vegetal, mineral– la necesidad nos enfrenta a los límites de éste.

Hegel consideraba que la manera de enfrentar esta contradicción entre libertad y necesidad era precisamente la propiedad privada. Ella habría de garantizar el despliegue de mi libertad –como espacio en el que me objetivo–, de la libertad de todos –como sociedad de propietarios, como orden estatal sustentado en la propiedad privada– y, por último transformar racionalmente el mundo o, lo que es igual, humanizar la naturaleza.

El desarrollo del capitalismo demostró su equivocación. La propiedad privada no sólo no constituye la superación de la contradicción entre necesidad y libertad, sino que es por el contrario la condición de su perpetuación. Demostró igualmente que la relación con la naturaleza no tiene por finalidad la superación de la necesidad sino única y exclusivamente la ganancia.

De allí lo que apunta Marx:

Sólo en el último punto culminante de su desarrollo descubre la propiedad privada de nuevo su secreto, es decir, en primer lugar que el producto del trabajo enajenado, y en segundo término que es el medio por el cual el trabajo se enajena, la realización de esta enajenación. Marx, 1985: 116) 

La enajenación del trabajo es la acción mediante la cual los seres humanos se escinden de la naturaleza, del trabajo, del producto del trabajo y de sí mismos. Que están escindidos no significa otra cosa que viven la naturaleza, su trabajo, el producto de su trabajo, su relación con los demás y consigo mismos como si fuesen un otro ajeno, extraño, distinto de sí… hostil. En ese ámbito, la naturaleza deja de ser amiga, madre, hermana, para convertirse en cosa sujeta a explotación y ello es así porque el propio ser humano resulta ser un extraño para sí mismo. Es decir, si el ser humano puede enajenarse de la naturaleza es porque al mismo tiempo, en el mismo movimiento del trabajo, se enajena de sí mismo. Si puede tratar a la naturaleza como cosa, explotarla sin límite, es porque él mismo está sujeto a esa misma explotación en el marco del capitalismo.

De este modo, el trabajo como ámbito de la realización humana, como actividad creadora y transformadora del mundo, por tanto como actividad plenamente humana y humanizadora, resulta ser aquí más bien la negación de lo humano en tanto se convierte en trabajo enajenado, en trabajo para otro en virtud de la propiedad privada y, por eso, en relación de explotación.

La producción produce al hombre no sólo como mercancía, mercancía humana, hombre determinado como mercancía; lo produce, de acuerdo con esta determinación, como un ser deshumanizado tanto física como espiritualmente. Inmoralidad, deformación, embrutecimiento de trabajadores y capitalistas. Su producto es la mercancía con conciencia y actividad propias,… la mercancía humana. (Marx, 1985: 124) 

La naturaleza como physis, de la cual se es parte indisoluble, desaparece. Para el capital, no existe la nominación de la naturaleza como tal, en su lugar están la materia prima, el capital variable, la energía… la mercancía. La naturaleza no ocupa un espacio conceptual en el universo del capital. Esta sustitución posibilita la legitimación de la manera en que el capital somete a su dominio a toda la naturaleza, ser humano incluido; posibilita asimismo que el mundo del trabajo reproduzca su visión al pronunciar el mundo desde el lenguaje de la propiedad privada, desde el ansia de la propiedad privada. El mundo, la naturaleza, los seres humanos existen entonces como parte del circuito de producción de mercancías, como mercancías.

(Fin de la segunda parte)
 

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