Realidad carcelaria
Imagen de Tomás Molina Céspedes
Tomás Molina Céspedes
16/08/2016 - 15:45

Los perros de Chonchocoro

En la alta meseta andina, a más de 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, está ubicada la cárcel de alta seguridad de “Chonchocoro”. El lugar es uno de los más inhóspitos de Bolivia, sobre todo en invierno. Allí recorre un viento permanentemente frío y se desencadenan tempestades frecuentes, haciendo insoportable la supervivencia humana. El sol ilumina pero no calienta y el pecho del visitante reclama continuamente más oxígeno. El terreno es árido y por donde se dirija la vista todo es triste y miserable.

En la alta meseta andina, a más de 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, está ubicada la cárcel de alta seguridad de “Chonchocoro”. El lugar es uno de los más inhóspitos de Bolivia, sobre todo en invierno. Allí recorre un viento permanentemente frío y se desencadenan tempestades frecuentes, haciendo insoportable la supervivencia humana. El sol ilumina pero no calienta y el pecho del visitante reclama continuamente más oxígeno. El terreno es árido y por donde se dirija la vista todo es triste y miserable. Casuchas esparcidas por aquí y por allá en medio de la inmensidad del yermo andino. Los altos y blancos picos nevados, que rodean el lugar, se asemejan a centinelas petrificados que dan una mayor sensación de opresión y frío al lugar. En Chonchocoro, el espíritu inmediatamente se siente prisionero y reclama escapar del lugar. Aquí todo es insoportable sin libertad. 

La prisión de “Chonchocoro” está resguardada de día y de noche por un escuadrón de heroicos policías, mal dotados de abrigo, mal pagados y pobremente alimentados. En las torretas de vigilancia el frío es más intenso y despiadado. Allí las manos de los policías se entumecen, aprisionadas a sus armas, y sus rostros, cubiertos con rústicos pasamontañas, reciben permanentes descargas de frío y granizo. Los turnos de vigilancia son cortos, porque el cuerpo humano expuesto a semejante prueba, no resiste un turno completo de 12 horas. En este duro trabajo los policías no están solos; los acompañan quince canes. El Director del penal, un estupendo policía de apellido Ulloa, me presentó a sus perros vigilantes, remarcándome sus habilidades y extraordinaria resistencia. Incluso uno de ellos, de nombre “Chico”, a la orden de su instructor, hizo algunas volteretas para llamar mi atención. Su pelaje desgreñado, su cuerpo flaco y su vista arruinada por la desnutrición son síntomas de su vida miserable y sacrificada. El Cnl. Ramiro Ulloa me dijo que no hay presupuesto para la alimentación de sus perros por lo que la dieta de éstos, de todos los días, es arrocillo con agua, sal y manteca, que no los protege de la ceguera que causa la altura.

Mientras “Chico” hacía forzadas volteretas, el clima se descompuso y una fría ráfaga nos inmovilizó. A la distancia, junto a una de las murallas del penal, vi unas rústicas casitas de madera, mal protegidas del frío y la lluvia, con unas cadenas que salen de ellas como serpientes atrapadas. Es la Sección de los canes donde éstos hacen turnos diarios de 24 horas. Me aproximé a esta Sección comprobando con lástima que casi todos los canes están ciegos o en proceso de serlo. La verdad es que en “Chonchocoro”, presos, policías y perros sufren por igual. La diferencia es que los primeros, no obstante los peores crímenes cometidos, al término de sus condenas dejarán el lugar. Los policías tienen la esperanza de un pronto “cambio de destino”, sobre todo con la llegada de un nuevo año. Sólo los quince canes, que no cometieron crimen alguno, se quedarán en “Chonchocoro”, hasta la muerte, cumpliendo turnos de 24 horas de los 365 días del año, sin la esperanza siquiera de una jubilación digna ni un cambio de destino.

El Cnl. Ramiro Ulloa me hace una revelación. Estos canes, además de buenos vigilantes, son emisarios de la muerte. Cuando algún preso tiene que ser eliminado, noche antes, aúllan interminablemente.

Me alejo del lugar con una sensación de pena, abatimiento e impotencia ante el destino miserable y fatal de estos perros. Desciendo a la gran ciudad mientras allá en lo alto, en esa fortaleza que encierra el crimen más violento, los canes de “Chonchocoro”, en las noches, seguirán cuidando gratuitamente el penal, aullando por hambre o persiguiendo las visiones de dolor y muerte que rondan el lugar.(Págs. 221-223 de mi libro “REALIDAD CARCELARIA”). 

El Periódico Digital OXIGENO.BO, es desarrollado y administrado por Gen Film & Crossmedia Ltda. Teléfono: 591-2-2445455. Correo: info@gen.com.bo